lunes, 24 de febrero de 2014

41 aniversario de la muerte de Manolo Caracol








Manuel Ortega Juárez. Sevilla, 1909 - Madrid, 1973. Cantaor. Último genio de una fabulosa dinastía gitana que dio al flamenco y a los toros nombres de leyenda. Por citar sólo algunos, Enrique Ortega (padre e hijo) los Gordos, Curro Dulce, los Gallos; y antes, probablemente El Planeta y El Fillo. "Se nace cantando -decía-, pero después hay que perfeccionar el cante para llegar a tener espíritu propio. Hay que vivir el ambiente del cante y aprender lo bueno que los demás tengan".




Él lo había vivido desde siempre, y de manera muy intensa: "Los señoritos y los artistas por las mañanas, después de recorrer durante la noche las ventas de las afueras, iban a la Alameda de Hércules a terminar la juerga, tomando churros y aguardiente. Como mi padre era artista, iba entre ellos. Por eso, cuando yo iba al colegio por la mañana, me encontraba con los señoritos y con los artistas que remataban la fiesta. Unas veces me llamaba mi padre, y otras veces me acercaba yo y me quedaba pegado a un quicio escuchando cantar". Triunfó niño, en el Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922.




Manolito Ortega, que desde entonces comenzó a llamarse el Niño de Caracol, acudió a Granada y ganó un primer premio, de mil pesetas, ex aequo con un viejo, el Tenazas de Morón. Lo contrataron de inmediato para algunos espectáculos, pero aquella primera etapa la vivió dedicado casi en exclusiva a las fiestas privadas, que podían durar más de un día. Durante la guerra civil española las fiestas casi desaparecieron, y Caracol se dedicó fundamentalmente al teatro como medio de supervivencia. De ahí surgió la estampa escenificada, obra de su genio heterodoxo y que él llevaría junto a Lola Flores a su más alta expresión, a partir de 1943, cuando los dos excepcionales artistas se encontraron y comenzaron a trabajar juntos.




Títulos como La niña de fuego o La salvaora dieron la vuelta al mundo. También interpretó varias películas. Caracol y Lola se separaron a causa de un contrato millonario que les ofreció Cesáreo González para hacer unas películas en América, que él no quiso aceptar y ella sí. El cantaor montó otros espectáculos y trató de formar una nueva gran pareja, comenzando por su entonces jovencísima hija Luisa Ortega, pero en ningún caso pudo ser igual. Fue cantaor genial pero irregular, como lo son generalmente los cantaores de inspiración. En casi todos los géneros que abordó puso algo personal y único, que provocaba arrebatadoras pasiones entre seguidores y detractores. Hacía hincapié en el carácter propio y personal de su cante. "No he copiado a nadie.




Yo he hecho un teatro, yo he creado una escuela, y yo lo que canto es mío y no me parezco a nadie. Malo, bueno, regular, peor, es de Manolo Caracol... La escuela mía es una escuela muy... muy rara. Yo he creado cosas muy difíciles, como, por ejemplo..., quién iba a decirle a Enrique el Mellizo, ni a Silverio, ni a Chacón, ni a Tomás el Nitri, que yo iba a cantar piano y que iba a cantar La salvaora a la terminación del cante por malagueñas..." Tuvo fama de heterodoxo, porque hacía cosas que los puristas no le perdonaban -cantar con piano, por ejemplo, o con orquesta, que ahora tanto se hace-, pero él defendía apasionadamente sus propios criterios y jamás se apeaba de ellos: "¡Se puede cantar a orquesta y se puede cantar con una gaita! ¡Con todo se puede cantar! Con una gaita, con un violín, con una flauta...!"




Algunos de sus pensamientos en torno al arte jondo podrían motivar casi una teoría del cante: "Yo cuando canto no me acuerdo ni de Jerez, ni de Cádiz, ni de Triana; ni me acuerdo de nadie. Yo intento hacer los cantes a media voz, que es como duelen. Esa es la hondura. Porque el cante no es ni de gritos ni pa sordos. El cante hay que hacerlo caricia honda, pellizco chico. El que se pone a dar voces, ese no sirve..."




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